#AhoraSoyMamá: Cuando volvemos al trabajo y nuestro hijo se enferma

Por Gabriela Ulloa U. @ahora.soy.mama | Martes, 3 de Octubre de 2017
#AhoraSoyMamá: Cuando volvemos al trabajo y nuestro hijo se enferma

Volví a trabajar cuando mi hijo tenía diez meses de vida y las condiciones climáticas y épocas más fuertes de virus se supone habían pasado. Comenzaba el mes de noviembre y el calor se hacía notar desde temprano. Llevábamos un par de días viviendo nuestra nueva rutina, ir temprano a dejar a mi hijo a la sala cuna para luego yo dirigirme al trabajo. Era difícil la separación, pero empezábamos poco a poco a acostumbrarnos.

Al cuarto día dejé a mi hijo como de costumbre. Todo se veía normal. Nada me llamó la atención. Llegué al trabajo y enseguida entré a reunión. Alrededor de las 11 am un número desconocido hizo sonar mi celular de forma insistente. Fue tanta la insistencia que tuve que salir de la reunión a contestar el llamado y ver qué pasaba. Cuando me dijeron que era de la sala cuna de mi hijo por un momento mi corazón se paralizó y pensé lo peor. La tía me explicó que él estaba con fiebre muy alta que lo mejor sería ir a retirarlo. Por primera vez en 10 meses él se había enfermado, todo era nuevo para mí. Salí corriendo sin dar muchas explicaciones, debía llegar lo antes posible a ver a mi pequeño.

Esa misma tarde fuimos al doctor, le hicieron un par de exámenes y le recetaron algunos remedios. ¿Y a mí? Me dieron licencia por "enfermedad grave del hijo menor de un año". Acababa de volver al trabajo después de un año fuera de la oficina (entre prenatal, postnatal, licencia extendida y permiso sin goce de sueldo) y nuevamente me iba. Obviamente, la situación a nadie le causó gracia en mi trabajo, pero comprendían que no estaba en mis manos. Pasó una semana hasta que mi hijo mejoró. Retomamos nuestra rutina, él a sala cuna y yo al trabajo.

Todo marchaba bien, pero a los diez días otra vez enfermó. Esta vez un poco más fuerte. Fuimos al doctor, le hicieron exámenes, algunos remedios y a mi, licencia por "enfermedad grave del hijo menor de un año". La situación se repitió durante las siguientes semanas. El promedio era una semana en el trabajo, una semana en casa cuidando a mi hijo enfermo. La verdad estaba estresada. Sentía que hacía todo a medias. Por un lado, cuando empezaba a adaptarme al trabajo tenía que dejar todo botado. En casa me dedicaba a cuidar a mi pequeño y cuando él empezaba a mejorar y comenzábamos a disfrutar nuestros días juntos, yo debía volver al trabajo y él a sala cuna. A sufrir nuevamente con el período de adaptación. Ambos lo estábamos pasando mal, pero entendía que todo era parte del proceso.

Fue así como pasó el tiempo y mi hijo celebró su primer cumpleaños. Tomamos vacaciones y disfrutamos en familia. Estaba segura de que ahora regresaría al trabajo totalmente renovada y él a sala cuna con su sistema inmune bastante fortalecido. Pero me equivoqué. Al segundo día de mi regreso mi hijo volvió a enfermar. El gran problema es que ahora ya no había licencias porque él era mayor de 12 meses. Fue ahí cuando me pregunté, ¿El sistema espera que mágicamente cuando los niños cumplen esa edad ya no se enferman más? ¿Son suficientemente grandes para cuidarse solos? ¡Qué hacer ahora! Mi pequeño ardía en fiebre y obviamente se sentía mal, los doctores prohibían que asistiera a sala cuna en ese estado de salud, en la sala cuna no aceptaban que fuera para evitar contagiar a los demás, en mi trabajo esperaban que yo asistiera regularmente. Y yo sólo me preguntaba ¿con quién dejo a mi hijo?

Esta es la realidad de tantas madres que trabajan. Y la verdad es que dentro de todo me siento afortunada. Cada vez que mi hijo enfermó (antes de los 12 meses) me extendieron licencia médica. Sin embargo, es un tema que queda a criterio de los doctores ya que la ley dice "enfermedad grave del hijo menor de un año". Y a grave se refiere a realmente grave. Mi hijo tuvo adenovirus, pielonefritis, amigdalitis y varias "itis" más, con fiebre de 40 grados y siempre casi al borde de la hospitalización, pero en ninguno de los casos era considerada una enfermedad grave, por lo que en estricto rigor (aplicando la ley en la forma más exacta) esas licencias no eran "necesarias". O "legales".

Así todo, los doctores criteriosos y empáticos me entregaron la posibilidad –y la tranquilidad- de poder cuidarlo yo misma en nuestra casa. Por otro lado, no tuve que luchar con la isapre por el pago de las licencias porque mágicamente todas fueron aceptadas y pagadas a tiempo. Realmente tuve suerte. Y sé que la tuve porque he sabido de muchísimos casos en que las cosas no resultan así. A diario leo historias de madres desesperadas con niños enfermos que se han topado con doctores poco empáticos que les dicen que no les darán licencia, pero que sus hijos no pueden asistir así a sala cuna. Madres que deben justificarse una y otra vez en sus trabajos, arriesgando perderlo por incumplimiento de su jornada laboral. Otras luchando a fin de mes para salir adelante ya que les fueron descontados varios días de trabajo (sumado a todos los gatos médicos y de remedios que conlleva la enfermedad de un hijo). Otras que si obtuvieron licencia, pero que deben luchar una y otra vez con las isapres o Fonasa y acudir reiteradamente al Compín a apelar los rechazos. A enfrentarse a largas filas y estrés por falta de dinero, sumado al estrés que genera tener un hijo enfermo. La falta de sueño, el exceso de preocupación y las dudas constantes, sobretodo de las primerizas como yo.

Tristemente ser mamá me ha mostrado de forma más cercana un Chile que yo desconocía y que, al conocer, no me gusta. Un país despreocupado de las madres trabajadoras y del bienestar de la primera infancia. Un Chile que quiere seguir creciendo y alcanzar el desarrollo económico, pero es tremendamente machista y desconsiderado. Que con sus leyes –o falta de ellas- no hace más que obstaculizar a quienes quieren tener hijos y a su vez, trabajar. ¿Será que debemos optar por solo una de las opciones? No me parece. Aún hay mucho camino por recorrer...

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