#AhoraSoyMamá: ¿Se puede vivir una maternidad sin culpas?

Por Gabriela Ulloa @ahora.soy.mama | Lunes, 19 de Febrero de 2018
#AhoraSoyMamá: ¿Se puede vivir una maternidad sin culpas?

Convertirse en madre no sólo nos trae grandes alegrías y responsabilidades, también viene con una "sombra" que nos sigue día a día en cada paso que damos: la culpa. O al menos eso creo. Y es que desde que estamos embarazadas empezamos a fantasear con nuestra nueva vida, con lo que haremos y lo que no, con lo que estamos dispuestas a transar y lo que de ningún modo cambiaremos. Pero claro, una vez que nacen nuestros hijos todo puede cambiar, ya sea por las circunstancias -otra cosa es con guitarra- o simplemente porque nosotras mismas decidimos hacer todo lo contrario a lo antes planificado. Y ahí aparece la culpa, del por qué sí y por qué no.

La culpa nos acompaña desde el momento en que parimos a nuestros hijos: si fue cesárea o parto natural, si fue un momento mágico o una experiencia dolorosa o traumática. Luego viene si tenemos leche o no, si nos duele amamantar o si sentimos que nacimos para ello. Si tenemos sueño y queremos que la guagua duerma en la sala cuna de la clínica para descansar un poco o con nosotros en la habitación. Si deseamos quedarnos un día más en la clínica para tener ayuda o queremos volver a la comodidad de nuestro hogar. Y ahí seguimos guardando culpas en nuestra mochila...

Colecho, moisés, pieza solo. Amamantar cada tres horas o dejar dormir a nuestros hijos para aprovechar de descansar nosotras. Sacar la pechuga a libre demanda o recurrir a la mamadera con relleno. Hacerlo dormir en brazos o que se acostumbre solo. Y así más y más culpas. Culpas que no desaparecen porque la sociedad se encarga de enrostrárnoslas. Y es que las culpas que sentimos no solo vienen de nuestros propios miedos, carencias o experiencias. También vienen de los comentarios ajenos, de la experiencia de la amiga, de los consejos de familiares, de lo que vimos en la televisión o leímos en internet. La culpa está en todos lados y dudo que exista alguna mamá que no se haya sentido culpable por algo alguna vez.

Y creo que no solo tiene que ver con madres primerizas. Las culpas son algo que acompañan a las mamás durante toda la vida. A pesar de la experiencia, la cantidad de hijos o la edad de estos. Y es que como madres siempre queremos lo mejor para ellos, y claro que siempre cuestionaremos nuestro actuar, lo que hicimos y lo que dejamos de hacer. Y ahí también aparece la culpa de sentir culpa. Pero no se trata de un calvario. No necesitamos vivir una maternidad llena de angustias, pasándolo mal, cuestionándonos. Culpándonos a cada instante. Se trata de aprender de nosotras mismas. De reírnos de nuestras torpezas e inexperiencia. Disfrutar de los aciertos y tomar nota de los errores.

En mi caso fui una mamá culposa desde el día uno. Cada cosa que hacía o dejaba de hacer la cuestionaba internamente y cargaba mi mochila de culpabilidad. No sé si era una lucha por buscar la "perfección" o si mi instinto de mamá era tan fuerte que no había nada más importante en el mundo que estar 24/7 con mi hijo. Hasta me sentía culpable de ducharme por más de tres minutos y dejarlo ese tiempo solo en su cunita. Pero fui entendiendo que,  aunque a veces sienta culpa, no quiere decir que lo estoy haciendo mal. De hecho, fui aprendiendo a relajarme, reírme de mí misma y de mi a veces extrema sensación de culpabilidad. Y así fui soltando y disfrutando más. Alivianando la mochila de culpas, no por dejar de sentirlas, sino que por no guardarlas y desecharlas ipso facto.

Hoy, a pocas semanas del nacimiento de mi hija, creo ya haber experimentado todo tipo de culpas y me preparo para el mar de culpabilidad que sé que vendrá a intentar ahogarme: tiempo suficiente para mi primer hijo; cómo dividirme entre las necesidades de dos hijos aún pequeños y demandantes; ganas de querer dormir y olvidarme del mundo por un momento y así un largo etcétera. ¿Pero saben qué? Estoy feliz y optimista. Estoy tranquila y entusiasmada. Porque soy mamá y no un robot. Porque amo la maternidad con sus luces y sombras, que finalmente solo son momentos y no calvarios. Porque tantas emociones me hacen vibrar y sentirme realmente viva. Porque ha sido mi opción de vida y no cambiaría nada de lo experimentado. Porque la culpa, lejos de entorpecerme, me divierte y me levanta. Porque si realmente soy culpable de algo, es de estar viviendo la vida que elegí y que me hace tremendamente feliz. 

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