[COLUMNA] #AhoraSoyMamá: En la maternidad nunca digas "nunca"

Por Gabriela Ulloa @ahora.soy.mama | Lunes, 24 de Julio de 2017
[COLUMNA] #AhoraSoyMamá: En la maternidad nunca digas

Antes de ser mamá muchas veces me topé con mi yo interno diciendo "nunca haré tal cosa cuando tenga hijos". Luego, embarazada, esa idea se grabó en mi mente de forma inconsciente, pero reiterada. Veía a amigas, familiares o simples mujeres en la calle, y en algunas ocasiones me juraba y re juraba que "jamás haría eso con mis hijos". Hasta que fui mamá.

Y es que cuando tenemos un hijo no solo cambian nuestros cuerpos, horarios o prioridades. Cambia nuestra forma de pensar y ver el mundo. Cambian nuestras preocupaciones y nuestros miedos. Cambian nuestros hábitos y costumbres. ¡Hasta cambia la estructura de nuestro cerebro! Entonces, es lógico que cambien nuestras ideas previas a la maternidad. Y eso no significa que nos transformemos en otras mujeres y perdamos la esencia de quienes fuimos, pero estoy segura de que, en cierto modo, evolucionamos y nos transformamos en una mejor versión de nosotras mismas.

Pero claro, esta nueva versión no es perfecta. También dudamos y nos cansamos. Nos confundimos y equivocamos una y mil veces. Y nuestros hijos se transforman en nuestros principales profesores y, a la vez, aprendices. Y ahí es cuando los "nunca" que tanto repetimos parecen burlarse de nosotras. Nos ponen a prueba y muchas veces nos obligan a cambiar de opinión.

¡Recuerdo haber dicho tantas cosas! "Voy a dar pechuga hasta los seis meses", y aquí estamos con casi dieciocho meses de lactancia. "Voy a colechar hasta que llegue la primavera y mejore el tiempo", y ya pasaron tres estaciones post la nombrada. "Nunca le pondré monitos en el celular", y en su momento fue lo único que funcionó para que mi hijo abriera la boca y comiera su comida. "Nunca, mientras sea tan chico, lo dejaré ver televisión", y cada mañana despertamos con monos animados que me permiten descansar un último momento antes de iniciar un nuevo día. "Nunca le daré chocolate", y hasta ahora, cuando no toma pechuga, la única leche que acepta es una con ese sabor. "A mis hijos no quiero darle tantos remedios, prefiero lo natural", pero cuando los ves ardiendo en fiebre, pasándolo mal y una al borde del colapso, no queda otra que entregarse a la medicina y sus tratamientos. "No daré leche libre demanda, siempre será con horarios", y pasamos noches eternas con mi hijo colgado a la pechuga porque era lo único que lo calmaba y lograba hacerlo dormir. "No dejaré que lo lama el perro", y desde su tercer día de vida, cuando lo trajimos a casa, nuestro perrito no hace más que lamerlo con mucho amor. "No permitiré que tenga pataletas, hay que ponerle límites", y acá estamos con una día por medio, enseñándole a calmarse, pero dejando que libere su frustración de una forma tan normal para un niño. Y así podría estar escribiendo eternas líneas.

Y es que otra cosa es con guitarra. El día a día nos va mostrando nuevas aristas y nos va enfrentando a nuevos desafíos. Vamos cediendo en algunas cosas y, en otras, no tanto. Vamos aprendiendo de la experiencia y vamos tomando decisiones, incluso a veces sólo lo hacemos para tomar un descanso, ¡Porque claro que nos cansamos! Además, somos todos tan distintos. Cada niño es un mundo en sí mismo y cada mamá es única y especial. Entonces lo que para algunas funciona perfecto, para otras no tanto. Y lo que para unas es una pésima idea, para otras es una maravilla. Y lo que algunas nunca quisiéramos hacer, es una tremenda solución para otras. ¡Y esa es la gracia!

Somos humanos, somos de carne y hueso, no robots fabricados para repetir ciertas conductas y patrones. No juzguemos a la mamá de al lado, ni sus decisiones, ni la crianza que eligió para sus hijos. No tenemos ese derecho. Y eso sí que NUNCA lo tendremos. Somos diversidad. Somos libertad. Somos mamás y por eso, somos amor. El más puro y profundo amor. No lo echemos a perder...

Etiquetas :